miércoles, 30 de septiembre de 2009

Una historia tonta de caballería



Creía que habia nacido caballero,
un tortazo de mi padrastro me bajó del candelero,
mejor lo dejamos en hijo de un herrero,
que más bien me parecía ser de un carcelero.

Trabajé mucho tiempo forjando hierro,
soñando en llegar a ser algún dia caballero,
con armadura y gran espada de torero,
daba la impresión que me llevaban al matadero.

Pasaron los años que parecian siglos,
y por fín me encomendaron caballero,
de la orden de San Nicolás,
de los que mucho quitas y poco dás.

Fama y fortuna es mi meta,
aparte de alguna niña Julieta,
que me esté esperando con toda su jeta,
asomada a la rendija de su puerta.

Caballo al trote, que no al galope,
pués el pobre jamelgo sufrió una caida,
dándose un buen golpe en la zurda,
que parecía más bien un ave zancuda.

!!Maldita mi suerte¡¡,
que entre mi jamelgo cojo,
y mi amada posadera,
parecia un cuento de aqui te cojo,
que una historia a lo Romeo y Julieta.

Al final me casé con mi posadera,
y tuvimos cinco hijos a base de teta,
vendí mi pobre jamelgo y compré una herrería,
a base de martillazos me gané el pan de cada día.

Esta es la historia tonta de Matias el Quejeta,
y su bella dama la posadera,
ni fueron felices ni comieron perdices,
más toda la vida fueron de narices.

soñando ella con su caballero,
con armadura y escudero,
soñando él con su doncella amada,
delgadita y con su piel aceitunada.

Y el jamelgo a lo lejos, en la quinta legua,
deseando una yegua de buen linaje,
para montarla de un buen viaje...

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